martes, 2 de julio de 2013

YAMILÉ PAZ PAREDES: CON LA LITERATURA EN LA SANGRE


Esta entrevista fue hecha en octubre de 2012 en un vuelo de Chihuahua a la Ciudad de México después de asisitir al VII Encuentro de Mujeres Poetas en Huejuquilla y III Encuentro de Mujeres Poetas del Noreste en Ciudad Jiménez. 


Yamilé Paz Paredes en el marco del VII Encuentro de Mujeres poetas en Huejoquilla 
y III Encuentro de Mujeres Poetas del Noreste

Yamile, quiero hacerte una pregunta muy interesante: ¿Quién es Yamilé Paz Paredes? Háblame de tus diferentes facetas.

- Es una pregunta, muy malvada, es dificílisima, es decir ¿quién soy?. Yo te podría responder con una metáfora. Soy un tendedero de estrellas apagadas. Pero bueno, me dirías no, estás viva y actúas como ser vivo, como una gente que ama la vida. Y esa es una de las características de mis virtudes, de mis fases, que me satisfacen a mí misma, porque uno nunca está contento con uno mismo siempre hay una serie de cosas, de situaciones, de aspectos que no logras congraciarte plenamente contigo, pero en los aspectos positivos yo siento que eso es muy importante para mí. Amar la vida, amar la vida es amar también la creación, amar la capacidad de disfrutar todo alimento, todo alimento terrestre que te puedan dar, que te puedan ofrecer en el mundo, aunque  este alimento sea un pájaro, una puesta de sol, o sea, de pronto, el sumirte en tu oscuridad para estar a solas contigo misma. En una de esas regreso a la situación de la vida, es decir, amo la vida y porque no creo en la otra, ni en otras vidas, evidentemente es como parte de uno mismo, entonces es la nuestra y es la que nos tocó vivir, tenemos que sacarle jugo a la vida, aún en los momentos de mayor crisis, de mayor desolación, de mayor violencia, es cuando uno tiene que aferrarse y encontrar lo vivible, lo vivido.

Otro aspecto que me gusta de mí es la capacidad de reír. Cortázar cuando habla de la literatura latinoamericana, dice que los latinoamericanos somos melodramáticos, que  a partir de la Conquista y de la sumisión como siervos y el colonialismo, la forma de expresión que más nos caracteriza es el bolero, desde el abandonado, el de la destrucción, el de la ilusión de la vida, el del abandono y el tango; y entonces nos dice,  que sólo cuando el latinoamericano alcance el sentido del humor, sólo entonces, dejaremos de ser tercermundistas, porque antes nos llamábamos tercermundistas o países en desarrollo, ahora ya no sé cómo se llama, todos globalizados, ya no hay diferenciación, entonces el melodrama que somos la mayor parte de los latinoamericanos también implica sentirse o ser víctima, es decir, ¿qué es la víctima? es el personaje del teatro menos deseable, porque no tiene una participación activa en su destino, en su propia construcción, sino que es pasivo, le sucede, le pasa, le hacen, le acontece la mala suerte, y eso te da también el vivirte así como víctima. Que seamos capaces de vivirnos como víctimas nos hace incapaces de alcanzar el sentido del humor, el humor es un paso más allá de nuestra propia condición de colonizados, y puedes ver tu propia vida y reírte de ella, el humor es un estado superior, entonces yo considero que todos deberíamos de hacer un esfuerzo y mejoraríamos mucho nuestra existencia cotidiana si fuéramos capaces de reírnos de nosotros mismos, de reírnos de nuestros problemas, de nuestros traumas insalvables que no se pueden curar, eso nos haría superiores a nosotros mismos dentro de nuestra propia medición. Hay pocos autores realmente de comedia humorista, Rosario Castellanos tenía en la poesía una capacidad de ser humorista, de reírse a pesar de sufrir una tragedia permanente,  igual Ibarguengoitia, y no me acuerdo ahorita de otros pero los cuentas con los dedos de la mano.



Otra condición, otro aspecto de Yamilé, aunque no tengo mucho mérito en ello, es mi capacidad de solidaridad y de rebelarme contra la injusticia, de sentir rebeldía, de sentir  indignación contra la explotación, contra la segregación, la opresión y la injusticia. Parece que eso ahora ya está también un poco de moda, decirte revolucionario en ese sentido, no en el sentido de ser militante en nada sino ser militante de la lucha para que los seres humano vivamos mejor, estemos cada vez mejor, a la altura de nosotros mismos, pero eso viene un poco también de mi infancia, como parte de mi vínculo con la literatura. Yo creo que un poco se me dio de gratis, que ahí no tengo gran mérito. Nací en un medio propicio, mi padre original el Paz Paredes, y mi mamá que después adquiere su apellido para su nombre literario. Margarita era su nombre, Paz Paredes por su apellido de casada,  ella era Margarita Camacho Baquedano, nada que ver con Magarita Paz Paredes. Ambos eran periodistas, trabajaban en El Nacional, que era uno de los pocos periódicos de vanguardia y democráticos en los años cuarenta. A su vez mi padre desdes siempre fue antiimperialista y apoyador de las luchas democráticas, por lo que mi casa estaba siempre llena de gente de todo tipo: exiliados políticos, afiliados políticos, guerrilleros, luchadores, escritores, diplomáticos, todo eso, entonces en ese medio, a mí me parecía que ésos eran los valores normales de cualquier ser humano, estar contra la injustica, estar al lado del pobre. 
Tanto mi padre como mi madre tenían la misma condición, mi madre había nacido en un pueblo pequeñito, de unos cuantos miles de habitantes que se llama San Felipe Torres Mochas en Guanajuato y allí ella miraba al aguador y a los campesinos, o sea, era gente del campo, era la gente que le llevaba el agua, que le llevaba las tortillas, que le llevaba los granos, que iba donde compraba, donde convivía todos los días, entonces, ella aprendió a amar textualmente a la gente del pueblo y empezó a cantarles en sus primeros libros de poemas.

Por otra parte, soy terriblemente indisciplinada, verdaderamente indisciplinada, muy, muy vaga, entonces si no es bajo presión, un poco uno tiene que salir de hacer las cosas cuando ya faltan cinco minutos, pero no es la disciplina algo que yo me lamento de no tener, ésta se te va formando en tu propia educación, tanto en los horarios establecidos, en los trabajos de tal a cual, es toda una forma de vida. La mía es una vida muy desordenada, yo digo que soy descendiente directa del Conde Drácula, entonces hasta las diez de la noche empiezo a despertar, me empieza a funcionar el cerebro, es la hora en que escribo, leo, hago cosas que invento, que tengo más claridad mental que en la mañana.  A las diez de la mañana soy incapaz incluso de dar una clase de primaria, no puedo, absolutamente, mi espíritu no se lleva con las madrugadas, con las desmañanadas.


A ver no sé, qué otro aspecto tengo, es decir, la solidaridad, el amor, la relación humana, me parecen muy importantes, obviamente lo más importante es el ser humano, si no que otro parámetro de valor tendríamos? Entonces el ser humano y la relación con el ser humano, la relación de amistad, la relación de trabajo, la relación de poeta, la relación de lo que sea, tiene que ser a partir de conocer al otro o a la otra, conocer, saber, verlo, ser capaces de verlos objetivamente, es decir sin idealizar ni satanizar sino tratando de ser objetivos, ver las virtudes y las debilidades, los valores y lo que no está de acuerdo contigo y sobre eso si pesa más lo valioso entonces tomarlo y aceptar al otro ser humano, y además respetarlo y quererlo por lo que es, en todos sus sentidos. Esto es muy importante con esto del neoliberalismo y la globalización y la  deshumanización del ser humano como producto del gobierno global. Es muy importante también luchar, rescatar, volver a rescatar nuestros valores, valores como gente y relacionarnos a nivel de respeto, de amor, de afecto, pero sabiendo perfectamente quién es el otro, cuáles son los aspectos en que coincides y que te gustan y cuáles no, y sobre eso respetarlo y quererlo, así globalmente como se es todo. Hoy en día hay una falta de respeto de la gente, no me voy a poner como viejita pero la relación de los jóvenes con los jóvenes es una relación muy violenta. Estamos sufriendo una serie de cosas de bulling, relaciones donde las parejas aún siendo novios, a los dieciséis, diecisiete años se golpean, se insultan, eso es una falta absoluta de respeto al ser humano y a la relación, entonces si estableces una relación sobre la base de la violencia, sólo violencia despertarás.

¿Cómo aprendiste esos valores inculcados en tu infancia? ¿Cómo era esa relación con tus padres?  Siendo ellos escritores, militantes ¿cómo era vivir en ese medio? ¿Tú que hacías mientras crecías?

Yo estaba por ahí, como la muñeca fea en los rincones, pero más bien podríamos decir que dentro de la sala meas que de los rincones, porque mis padres trataban a gente de todos tipos. Toda la vida había reuniones en mi casa por lo menos dos o tres veces a la semana. Reuniones de escritores, de periodistas, de gente política.  Además tampoco había una diferenciación muy grande entre intelectuales y políticos, es decir, militantes de la izquierda generalmente, por lo menos toda esa época - toda mi infancia en los cincuentas- eran escritores comprometidos, había mucho la discusión de la literatura comprometida, la literatura de evasión, porque eran los grandes momentos de lucha latinoamericana, de lucha mundial por la emancipación, por la liberación nacional, entonces toda esa gente llegaba y para nosotros el estar allí en ese medio de forma natural, porque no nos apartaban, no nos decían los niños se van a dormir primero y no oigan, no, no establecían una diferencia como en otras casas  de la misma generación que la nuestra, podríamos decir de provincia, donde en la plática de los mayores no deberían ser partícipes los niños, ellos no oían la plática de los adultos.

¿Y cuando tú oías todas esas pláticas qué pasaba por tu mente?

-Yo lo veía, y además mi padre y mi madre lo verbalizaban, que lo más importante en esta vida era ser inteligente, luchador, revolucionario, ser solidario, antiimperialista, incluso mi hermano y yo, en ese tiempo en Honduras, cuando éramos chicos, eso me lo cuenta mi hermano, nosotros éramos güeritos, pero éramos antiblancos, sólo teníamos amigos negros porque odiábamos a los gringos, teníamos siete, ocho, nueve años, entonces, era algo normal de lo que participábamos.

Entonces, lo que entiendo es que tú fuiste creciendo y esas cosas eran parte tan de ti, que no  las cuestionabas, ¿creciste con esas ideas y con esa manera de ser sin reflexionar nada al respecto?

Bueno reflexionando, claro que pensaba, claro que dentro de la cotidianidad de la vida donde nos involucraba estábamos nosotros inmersos con esos personajes, con esa forma de trato, con las pláticas, con los escritores, estábamos allí, éramos público, estábamos presentes, no nos mandaban a dormir, entonces no solamente lo aprendimos, sino también entendía yo perfectamente que eso eran los valores, esos valores a mí me parecían maravillosos, o sea, yo estaba orgullosísima.

¿Comentabas con tus padres de esas cosas, al margen de lo que escuchabas?

-Comentaba con mi padre fundamentalmente. Él me explicaba por ejemplo lo de la esclavitud de los negros, porque vivimos un tiempo estando chicos en la costa de Honduras, son costas de negros, estaba la United Company que era super explotadora y además casi semi esclavizaba a los negros en pleno1950, entonces era también sentido, vivido, era emocionalmente percibido como algo valioso, algo de lo que uno debería enorgullecerse, supongo que esos son los valores.

¿Qué platicabas con tu  mamá, o qué platicaba tu mamá contigo?

A mi mamá yo le preguntaba quiénes eran los escritores que llegaban a la casa, entonces me explicaba, por ejemplo llegó Nicolás Guillén, es uno de los que tengo un recuerdo más impresionante, yo tenía como seis o siete años y nos hablaban tanto de Nicolás Guillén, que mi hermano que era mayor que yo y yo nos aprendimos unos poemas de Nicolás Guillén, y el día que llegó se los dijimos y se puso a llorar. Nos paramos así como muchos en la escuela y empezamos a leer y además en tono cubano como él lo leía, y se le salieron las lágrimas. Conocí a Guillén, conocí a Pedro Garfias, y a Neruda.

¿Tuviste alguna otra experiencia con algún otro escritor?

Cuando yo empezaba a escribir, escribía una especie de diario pero yo quería escribir algo, pero al mismo tiempo me daba mucho miedo escribir, porque después de estar allí y conocer a los grandes escritores, a las grandes palabras, a uno le es mucho más difícil, de todos modos aún ahora me cuesta muchísimo escribir. No escribo así rápidamente, no me siento todas las mañanas y escribo algo, sino que es un proceso de creación muy lento y muy doloroso, porque en el fondo de mí todavía tengo la inseguridad, todavía me siento insegura, me siento incapaz de vencer esa cosa tan complicada, tan  comprometedora que era ser hija de…

Conforme fuiste creciendo ¿qué fue pasando en tu vida intelectual, o en tu vida, en cualquier aspecto?

Sí, tenía obviamente tendencia, estaban como marcadas unas características, unas rayas, unos valores, unos caminitos que uno debería de seguir. Yo ahorita me sentiría absolutamente despreciable si al curso de setenta y tantos años hubiera traicionado mis principios, mi forma de ver, mi concepción de la vida y mi concepción de la justicia. Si fuera una gente que se callara, aún ahora que entré en la tercera edad considero que uno no debe de callarse ante nada, que aunque obviamente uno sale a las calles, y las manifestaciones no sirven porque el poder es tan soberbio que no le importa, porque no les hacemos daño, pero si yo aún ahora no viviera como ser de izquierda o ser democrática como una de mis características de juventud, que con la vida se borra, me consideraría muy muy despreciable. Pero si todavía tengo eso, me sirve de orgullo el sentir como siento y el pensar como pienso a estos niveles, y  también el amar la literatura y el tratar de luchar contra esta anulación de la cultura. 

Yo fui maestra y dí clases treinta años o más a alumnos de bachillerato del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH).  Me jubilé pero sigo militando de alguna manera. Era maestra de literatura en el CCH y en la Facultad de Filosofía. Yo participé en el 68, el CCH se formó en febrero del 71, lo fundó Pablo González Casanova y era una alternativa a la prepa nacional de la UNAM, como un bachillerato, como una prepa pero activa ya dentro de la concepción de las escuelas activas, contestataria, racional, donde la gente razonara y no fuera la educación por asimilación nada más o por repetición, sino la educación crítica, que fue una maravilla. Inventamos los programas, el sesenta por ciento de los maestros fundadores éramos podríamos decir los desocupados del 68. En el 68 el sesenta por ciento que llegamos a formar los CCH habíamos estado en nuestras escuelas, formando parte del comité de lucha, participando en todo el movimiento, en todas las manifestaciones y en todas partes.

Me jubilé hace como diez años, ya cuando… -bueno estaba mal de un ojo, lo tengo muy mal, no veo casi nada con el derecho-  pero fue cuando cambiaron los programas de estudio , entonces quitaron toda la literatura, y yo dije, no tengo nada que hacer aquí, si en mi vida no he hecho nada en lo que no esté de acuerdo; ni nada que vaya contra mí; ni he trabajado en nada de lo cual me avergüence a pesar de estas alturas de la vida;  me divertía mucho dando clases de literatura, disfrutaba mucho, pero tenía que dar otras materias rarísimas,  y ya no, dije, prefiero jubilarme.

¿Alguno de tus hijos siguió por el camino de la literatura? 

Mira, son reacciones muy diversas, a mi hijo mayor no le gusta leer, no le gusta nada, como que lo vacunamos contra la literatura y contra la lectura, es decir, supongo que uno estaba también muy ocupado. Mientras fui madre… bueno lo sigo siendo, pero fui madre de chiquitos, yo de todos modos hacía otras cosas, trabajaba y además también militaba, iba y escribía y hacía teatro, y hacía un montón de cosas y cuidaba a los niños y los llevaba a la natación y los metí en escuelas varias, pero supongo que, también de alguna manera sintieron un abandono, aunque yo en mi cabeza consideraba que no los abandonaba. En cambio el segundo de mis hijos es capaz de echarse un libro por semana, un libro cada tres días, lee muchísimo, aprecia muchísimo la literatura, escribe prosa, pero no ha publicado ni quiere, le encantan los libros, sabe muchísimo de libros antiguos, de ediciones, de formatos, de lomo cosido. Él estudio arquitectura y también es diseñador de muebles. Al chico también le encanta la literatura, le gusta mucho más la literatura de ficción, la literatura fantástica, él también es arquitecto y escenógrafo. Los dos sacaron lo de arquitectura, lo del arte como sensibilidad, pero al grande no le gusta leer.

¿Tu esposo también es intelectual?

Mi esposo actual, bueno me casé con él hace como 22 años, no es el padre de mis hijos, sino que ya es mi espos. Él trabaja en la Secretaría de Trabajo y Previsión Social del gobierno del Distrito Federal. Él es abogado, coincidimos en la ideología política y también estamos del lado de López Obrador. Fue militante del movimiento en el 68,  entró en el Comité de Lucha de Derecho en ese año. A él también le gusta mucho leer y sabe mucho de historia. También entró como maestro del Colegio de Ciencias y Humanidades en el área de historia. Estuvimos allí trabajando.

¿Y él lee tus poemas?  Sí, él lee mis poemas y le gustan; si no, no sé que le haría.

La siguiente pregunta es como muy obvia pero te la voy a hacer. ¿Tú vives poéticamente?

Mira, sólo a veces… Es muy difícil… ¿qué es vivir poéticamente? Es decir, al mismo tiempo capto la realidad y soy consciente, plenamente consciente de la brutalidad de la realidad, del momento que estamos viviendo, de la decadencia del ser humano, de la deshumanización, de toda esta imagen que quieren que tengamos de nosotros mismos y del mundo tan espantosa, y al mismo tiempo, trato de encontrar también… Doy un taller de cuento con compañeras que también trabajan, que son militantes, que hacemos política de alguna manera, entonces dijimos, la literatura es la mejor invención del ser humano contra la desgracia y la tragedia, entonces, vamos a hacer un espacio donde ya no hablemos de la realidad, ya no hablemos de política, ya no hablemos de cuántos muertos y descabezados hubo esta semana. Sí, porque así se estaba volviendo la cosa, la gente decía ahora con una frialdad monstruosa: “oigan esta semana nada más se echaron a 30”. “Lo que sucede ya es, ni modo”; lo que sucede es como con resignación, “así es”, “así nos tocó vivir”, “así es la realidad, entonces nosotros ya no tenemos por qué interferir en ella”. 




Yo creo que sí tenemos que interferir en ella, pero te digo, yo siento también que dentro de lo que yo te contaba, un poco de lo que me gusta de mí, es la capacidad de disfrutar los momentos cotidianos, los actos cotidianos, yo creo que también a eso podría llamarle vivir poéticamente la vida. Yo por ejemplo, ahora que vine a este encuentro en Jiménez para mí es una fiesta, es una alegría inmensa. Me va a alimentar muchísimo tiempo haber venido a este encuentro, haber vivido ahora sí textualmente los tres días, setenta y dos horas poéticamente, haber conversado con las amigas, haber conocido nuestro trabajo, habernos abrazado también a partir de la palabra poética, pero con un abrazo ya humano, emocional, ya como amistad, entonces, esto a mí me alimentará durante mucho tiempo y me hará ver las cosas más ligeras.






Homenaje a Yamilé Paz Paredes hecho por estudiantes de la Escuela Secundaria de en la Ciudad de Jiménez, Chihuahua.

Yamilé en Ciudad Jiménez con Estela Guerra, Edna Ojeda coordinadora general del 
VII Encuentro de Mujeres Poetas en Huejuquillaa y el III Encuentro de mujeres poetas del Noreste, 
Arminé Arjona y Carmen Amato poetas de Ciudad Juárez Chih.

Por último Yamilé, ¿Tú crees que reírnos de la realidad nos hace insensibles? ¿O que nos hace?

Yo creo que no, que hay formas de reírte, es decir, cuando ya la realidad de algunas situaciones llegan a tal grado de intensidad, de desarrollo, como que dan la vuelta y caen del lado de la parodia, es decir, ya la tragedia es tanta que ya no aguanta podíamos decir, el género tragedia, y entonces gira y da la vueltecita y cae en la parodia, que te da risa. Es tan absurdo y llegan a ser tan absurdas las formas como quieren vendernos el México feliz, la situación y los logros del gobierno y de todo que mejor te ríes.

Bueno, muchas gracias Yamilé, gracias por tu tiempo, tu generosidad y tu pasión.


Visita el siguiente sitio:  UNA BREVE CONVERSACIÓN CON YAMILÉ PAZ PAREDES



© Texto y fotografía Carmen Amato

sábado, 25 de mayo de 2013

UNA CONVERSACION A CORAZÓN ABIERTO CON ZYANYA MARIANA


Esta entrevista a Zyanya Mariana se realizó en Noviembre de 2012 en el marco del XX Encuentro de Mujeres Poetas en el País de la Nubes llevado a cabo en la Ciudad de México.




En el marco de un Encuentro de poetas cabe la pregunta ¿Crees que la poesía sirve de algo?

No, la poesía no sirve absolutamente de nada en términos prácticos. Es el oficio del fracaso. Pero como no solo de pan vive el hombre, entonces la poesía sobre todo en épocas de crisis, alimenta y le da fuerza de nuevo a la palabra. Además la poesía es la única que puede crear mundos. Yo estoy convencida de que la función verdadera del poeta no son los Encuentros, ni publicar, sino crear mundos, claro a través de la palabra pero la creación de mundos.

¿Para qué sirve crear esos mundos?

La vida tiene ciclos, cada época tiene su momento de nacimiento, clímax y decadencia. Todo lo que inicia termina, por más que nuestra vanidad no lo crea. Pienso que el poeta tiene importancia cuando una sociedad surge y cuando pasa su climax pues la cima
anuncia el ocaso de cualquier cosa. Mientras hay paz y estabilidad el poeta no tiene ningún sentido. En esos momentos los poetas escriben y publican pero nadie los escucha; están allí abandonados, solitarios. En cambio en tiempos de nacer el poeta tiene todo por decir; en el de clímax todo por cuestionar; y en la decadencia todo por proponer.

¿Y la creación de mundo es algo privativo de los poetas?

Por supuesto que no. Crear mundos no es privativo de la poesía porque no sucede en el futuro, sino en el ahorita. La poesía es un acto presente que sólo tiene sentido en el aquí y en el ahora, por eso crea mundos, aunque no nos demos cuenta. Pero no sólo sucede con la poesía sino con las Redes Sociales; ellas están creando mundos constantemente. De hecho son más que un mundo, son un espacio que debemos conquistar y apenas estamos descubriendo. Estoy convencida que en el futuro en vez de celulares y tabletas vamos a tener un chip en el cuerpo que nos va a conectar directamente con ese espacio que hoy llamamos virtualidad, internet. Tenemos un pie aquí en este mundo organizado por la materia y otro allá en las redes sociales donde las cosas apenas se acomodan. Allá todo es mas horizontal. Déjame
explicarlo. Antes se necesitaba al empresario de la disquera para hacer un disco, al empresario de los libros para hacer un libro, al empresario de la madera para hacer un mueble. Hoy regresamos a un proceso menos industrial donde, yo, el carpintero hago
el mueble y te lo vendo a ti directo, gracias a las redes sociales. Lo mismo sucede con el libro o la música que empiezan a venderse directamente, se baja música, se imprime en blogs. Son formas más directas de hacer las cosas, sin intermediarios. Curiosamente también más anónimas y por lo mismo más horizontales, para bien y para mal. Como todo en la vida tienen su parte negativa. En este proceso lo masivo se erosiona pero también la importancia de los individuos, se diluyen las jerarquías. En el twitter o en el FaceBook no hay alguien arriba que determina la importancia de las cosas y las jerarquiza. En la virtualidad hay cosas banales, frívolas, populares, importantes, todo mezclado sin realmente darle un valor jerárquico y ese es un problema y una cualidad. Son pautas de comportamiento que han promovido las redes sociales para bien y para mal.
Con la poesía pasa lo mismo, todas conviven y a veces te pierdes en la oferta sin saber muy bien, sobretodo cuando inicias, cómo distinguir la poesía del canto hueco, como decía Machado. Difícil para un jovencito. Ahora, muchas veces son los momentos los que indican el valor de un poema y siempre el tiempo que señala al verdadero poeta. Por ejemplo en este momento de convulsión en México la poesía se ha vuelto muy importante, ha dejado su acostumbrado anonimato para convertirse en portavoz de honor y verdad. No porque lo sea como algo absoluto sino porque el momento así lo requiere. Hoy por hoy la poesía, y por ende los poetas, le regresan el respeto a la palabra. La palabra respetada construye mundos, posibilidades y eso es lo que necesitamos hoy reconstruir nuestro mundo, lo que llaman el tejido social. Vivimos en algo parecido a las ruinas, estamos en una especie de nada. Tiene sus ventajas, tenemos que reconstruir todo empezando en lo más pequeño e intimo, de la piel hacia adentro. Así que las ruinas también tienen algo positivo, son una posibilidad de creación única.



¿De qué manera se le da ese respeto a la palabra, a la poesía?

Una de las ventajas de la poesía es que no ha entrado en el lucro y la mercancia. La poesía es el oficio del fracaso, como tal se protege. A nadie le interesa la poesía, ni siquiera a los escritores. Casi nadie lee poesía, aunque todos digan que la leen. Nadie
te plagia, nadie se pelea por un poema porque la poesía no te hace ganar dinero, ni siquiera fama en términos mediáticos. Es curioso porque la gente asume el poema como un bien público. Quizás por eso los poetas son considerados entre sacros e idiotas porque no entran al juego mercantil, y eso hace que tengan honor. Por eso Platón no quería a los poetas en su república porque el poeta no sólo construye cuando todo está destruido también destruye cuando todo está estable. En ese momento regresa a lo anónimo, a lo invisible.

Cómo es tu relación con la palabra

Sabes, tengo una relación muy ambigua con la palabra, sobretodo con la palabra hablada. Amo la palabra porque ella me vincula al mundo. Mira soy hija de una mujer que fue muy bella, entonces siempre me he sentido fea, pero yo sabía, desde niña, que si yo hablaba mi rostro dejaba de ser importante. La gente me volteaba a ver si las palabras salían de mi boca. Sin embargo con los años me molestó que la gente me mirara cuando yo hablaba, porque buscaban que uno les solucionara la vida, o que uno los llenara o que uno cumpliera ciertas expectativas. Entonces me empecé a volver como huraña, poco prudente, poco diplomática para relacionarme con los demás. Hasta que lo convertí en un hábito porque ahuyentaba a toda la gente que no me gustaba y toda la gente innecesaria.
Ahora en los encuentros de poetas o a veces con gente sensible vuelvo a encontrar que les gusta lo que digo o que le encuentran belleza a mis palabras y vuelvo a sentir esa sensación infantil de cuando me volteaban a ver cuando hablaba. Pero mi relación con la palabra sigue siendo bien ambigua. Creo que es un don lo que tengo, pero nunca sé bien para que son los dones, siempre creo que los dioses te lo dan con algo de veneno. Tienen un costo y el costo a mi verbosidad, a mi relación con la palabra, que sale del corazón, me ha hecho ser muy solitaria y hasta cierto punto marginal y a veces intolerante. Me duele mucho ser intolerante con los demás pero a veces lo soy.

¿Te gusta la gente?

A veces.

¿Te lastima la gente?

Yo creo que de la gente siempre hay que estarse cuidando. Mirar al mundo dos pasos atrás. Con Omar, la persona de la cual me enamoré profundamente, platicábamos en las noches al terminar el día. Hablábamos de puras cosas cotidianas, pero mientras platicábamos nos curábamos las heridas del día. Un poco como tu entrevista hoy, me cura la heridas incluso de este Encuentro.

¿Te lastimó este encuentro?

Ya te dije que yo vivo las cosas con mucha ambigüedad, hice mi ponencia y me aplaudieron mucho, pero en lugar de sentirme feliz el domingo porque me aplaudieron mucho, yo estaba caminando por Madero con una infinita sensación de soledad. 

¿No crees cuando la gente te dice que les gustó tu ponencia, que se
sintieron tocadas?

No es que no les crea, es que sé por experiencia, por mis alumnos y por la academia, que cuando la gente te admira espera cosas de ti y no es capaz de perdonarte nada y en la vida los verdaderos afectos están construidos en el perdón, no en la admiración.

¿Y no piensas que cuando una persona te admira por algo y luego se
siente desilusionada de ti es problema de la persona, no tuyo?

Sí, es muy posible pero me hace sentir sola.

Y cuéntanos Zyanya ¿cómo llegaste a la poesía?

La poesía es una forma de pensar, pensar es disentir y yo aprendí a pensar con mis dos divorcios (ríe). Mira siempre he dicho que si me hacen una entrevista voy a decir que yo soy el producto de dos divorcios, el de mis padres y el mío. Yo vivía en un mundo con la estabilidad conservadora “de la familia feliz”, entre comillas, y de repente mi madre cometió un acto poético: le pidió el divorcio a mi padre que era el hombre “perfecto”, también entre comillas. Es decir en su momento era un partidazo, trabajador, responsable, esforzado y hasta guapetón. Sin este primer divorcio nunca hubiera sido capaz de pensar que se podía ser libre como mujer, porque mi papá era un ilustrado pero macho al fin y al cabo. Un hombre de su época proveniente de una cultura patriarcal, jerárquica y autoritaria. Rígido, el divorció lo quebró, como el aire a un roble, y al quebrarlo se rompió la estructura de la familia perfecta. Entonces yo desde muy niña pude vislumbrar que había posibilidad de enfrentarse a la autoridad impuesta con una sola frase “quiero el divorcio”. A los hijos de los divorciados los segregaban, a las mujeres divorciadas las sigue segregando, pero esa marginalidad me permitió generar un pensamiento propio.
Lo segundo que me marcó fue mi propio divorcio. Me acuerdo muy bien cuando mi mamá me dijo: “¿Y ahora qué vas a hacer divorciada? - estaba bañando a mi bebé-y le dije enojada: “Lo mismo que he hecho siempre, mamá”. Había más fe en mí que en mi madre y, en mi familia en general, cuando me divorcié. Lo increíble es que una mujer que se había atrevido en su momento a divorciarse me lo dijera. Ahí me dí cuenta que repetir la palabra divorcio ya no era suficiente. Las mujeres se divorciaban y después se sentían perdidas. Había que inventar nuevas palabras que describieran la vida después del divorcio, y apenas ahora en pleno siglo XXI las estamos inventando.
El proceso del divorcio y sobretodo ser una mujer divorciada me enseñó que las palabras se convierten en instituciones que creemos inamovibles; casi como dioses que nacen en la eternidad y regresan a ella. Las mujeres nos hemos creído el discurso patriarcal institucionalizado, de hecho lo hemos inoculado. Cargamos el machismo y lo transmitimos casi genéticamente, culturalmente. Por eso nos da mucho miedo vivir, vivir sin un hombre, ir más allá de los vínculos tradicionales, incluso a las más liberales, y ser solidarias con otras mujeres, convivir, hacer y permitir. Si yo aprendí todo eso, fue gracias a mi segundo divorcio.

Además de la poesía ¿qué más te definiría?

Nunca estamos definidos, siempre estamos en construcción pero somos mucho lo que hacemos y lo que hago hoy es dar clases en la universidad y me gusta mucho. Soy un “pinche profesor universitario” en términos sociales; gano poco, nunca voy a ser rica, y nadie valora esa profesión, pero soy bastante feliz. No siempre estoy feliz pero considero que hago muchas cosas que me hacen feliz.

¿A ti te gusta ser profesora?

Sí, los alumnos me regalan mucho.

¿Qué te regala la docencia y los alumnos?

Primero es un privilegio hablar de las ideas. Ellos y yo, hablamos y al hablar las cosas se curan, pasan; es casi como una terapia colectiva. Pero además de eso la docencia te convierte en un Virgilio. Claro, si ellos te lo permiten. Entonces uno puede caminar con ellos por el infierno y el purgatorio y hablar esperanzados de la luz beatifica. El profesor es un guía, no enseña nada más allá de él mismo. Cada alumno ya trae el mundo inoculado en su cuerpo y en su mente, lo único que puedo hacer es guiarlos.  Por otro lado ellos traen las pulsaciones de lo que van a ser, trazos de lo que serán en el futuro, de lo que se viene. Por eso de repente los papeles se intercambian y ellos se convierten en mis maestros. Van hacia delante, hacia el futuro. A veces intuyo cosas que se vienen pero si soy capaz de vislumbrar porvenires es gracias a ellos, a mis estudiantes.

¿Qué enseñas?

Más que enseñar guío y por circunstancias he pasado por muchas áreas, por muchos infiernos dantescos. Primero estuve en una área política porque esa es mi formación original. Ahora estoy en el Departamento de Comunicación de la universidad Iberoamericana. Ahí tengo materias vinculadas a la política pero también a la investigación. Investigar por ejemplo es una rama del saber muy árida pero descubrí, con ellos, que puedo enseñarles a investigar investigándose a sí mismos. Entonces enseño eso, comunicación en términos sociales y políticos y además mi mirada del mundo que está muy contaminada por la poesía.


¿Qué es lo que más te gusta hacer en la vida?

Me gusta mucho ser mamá, pero sólo encuentro paz cuando escribo. La maternidad no me da paz, pero a veces pienso que la paz que me da la escritura es casi como estar muerto, en cambio los problemas que me da mi hija son la vitalidad. Me divido entre la escritura, la maternidad y la academia.

¿Qué le enseñas a tu hija?

Ser mamá es el trabajo más difícil que hay en la vida, pero creo que en mi otra vida me faltó ser mamá y ahora me toca serlo en plenitud. Quizás por eso estoy convencida que mi verdadera maestra en la vida es mi hija. Es ella quien me enseña a mí , y no yo a ella. A mí me toca cuidarla. Enseñar no es lo mismo que cuidar. La crianza implica cuidar al otro, alimentarlo, dormirlo, guiarlo en sus inicios para que después vuele solito y se forje. No les enseñamos nada a los hijos, son los hijos los que nos enseñan a
nosotras, cuando mi hija sea grande y yo vieja, entonces quizás tendré algo que enseñarle, pero por ahora es ella la que me enseña a mi.

¿Has escrito algo para tu hija?

Casi todo es para mi hija o fruto de su existencia. Le tengo un amor infinito, a veces creo que hasta enfermizo. Sus enseñanzas las comparo con lo que me ha dado la lectura de Aristóteles, de Platón… en f Tengo un libro que no he podido publicar se llama Bollitos y cuentos para Tziri, mi hija se llama Tziri, son cuentos muy breves o aforismos que abarcan los siete primeros años de vida con mi hija. Son pequeños cuentos de media cuartilla donde le voy contando mi existencia y lo que pienso de la vida; entonces hay algunos que son muy filosóficos y otros que sólo son cuentos. Todos hablan de lo que he vivido y que de alguna manera no podía platicarle. Porque la crianza no es platicar ni convivir con un hijo. La crianza es criar y en la crianza hay mucho silencio y el silencio es una forma de hacer poesía. Pero a veces el silencio de la crianza es monstruoso, por su omnipresencia, y yo seguía pensando y sintiendo y siendo mujer y siendo profesionista, y quería hablar. Contarle cosas a mi hija que imaginaba mayor, ella criando, sentada en el silencio de la noche leyéndolos. Me la imaginaba más allá de los treinta años diciendo ¡Ah! mi madre estaba
viviendo esto que ahora vivo yo. Como una especie de espejos que atraviesan el tiempo. Eso es criar.

¿Tu hija sabe que eres poeta?

Si, mi hija sabe que soy poeta, ha ido a mis presentaciones donde obviamente se aburre. Aunque ella sea la encargada de vender mis libros. Pienso que se siente orgullosa. Aún no ha leído mis libros porque es muy chica y de grande como buena hija seguramente no los leerá. Por ahora le presume a sus amigos que su mamá es poeta.

¿Qué le quieres dejar a tu hija?

Antes pensaba que la posibilidad de elegir y de cuestionar las estructuras invisibles, pero en los últimos dos años he tenido un proceso espiritual muy profundo. Una de mis tías tuvo cáncer y me hizo pensar muchas cosas de la vida. Paralelamente tuve una pérdida amorosa, el desamor y el cáncer de mi tía, ambas formas de la muerte, me trastocaron. Entonces ahora solo quiero que cada experiencia que tenga mi hija le sirva para aprender. ¿A qué me refiero con aprender? Estoy convencida que somos una cebolla – lo dijo el burro de Shrek, de la película animada Shrek 2- dijo que cada experiencia de la vida te quita una de las capas que traes cargando. Eso dijo el burro caminando entre girasoles, creo. Lo que no dijo, y lo digo ahora yo, es que al vivir te vas quitando capas y al quitarte las capas de la cebolla llegas al final donde nada te espera. La última capa no encierra nada porque la cebolla no tiene centro ni semilla, sólo nada. Esto lo había escrito en mis poemas pero nunca lo había vivido, y estos dos últimos años lo viví, tal cual. Es como si de pronto hubiera sido capaz de vislumbrar y experimentar esa nada.  Quiero que mi hija pueda vislumbrar y experimentar esa nada porque me parece que hacia allá vamos todos y que el único sentido de la vida es ése, quitarnos capitas para llegar a la nada.



¿Te gustan los Encuentros de poetas?

Sí, es como un recreo: debe durar poco, ser intenso y luego regresar a tus actividades.

Cuándo no estás en algún Encuentro ¿cómo te alimentas poéticamente?

En los encuentros lo que uno viene a buscar es a la gente. Yo estoy convencida de que uno no viene a leer a los encuentros y por eso no me gustan los poetas que se engolosinan leyendo mucho. Estoy convencida que uno viene como a conquistar a los otros en el sentido de seducir, de amar, de dejarse domesticar. A veces casi a relacionarse, en el sentido más literal. El trabajo literario es un trabajo solitario y es otra cosa, con otras reglas. En los Encuentros uno no viene a alimentarse viene a compartir la mesa e incluso, en algunos casos, a presumir el sazón; pero sobretodo venimos a compartir palabras.

¿A qué te refieres con compartir palabras?

Quizás no sólo debí decir compartir sino también encontrar una utilidad a la poesía. Mira yo soy una escritora precoz pero he publicado tardíamente, entonces mi experiencia con los otros es bastante nueva, no se diga con la publicación. De repente que alguien me lea o que mis alumnos tuiteen alguno de mis poemas es una novedad para mí. Que mis palabras y cómo las acomodo les diga cosas a los otros es absolutamente nuevo. Incluso me sonroja que alguien me comente: “este poema me dijo cosas”. Me parece casi una confesión y me asusta la responsabilidad que siento me traspasan. Nunca esperé, y sigo sin esperar, que alguien me diga que ese poema les reverbera. Pero me gusta más cuando sucede entre la gente que no es poeta, que no escribe. Entonces me siento útil y le encuentro una utilidad social a la poesía. Muchos escritores y autores dicen que no debe de tener una función de utilidad, pero eso me pesa.


¿Qué esperas para el futuro?

Yo siempre he creído que me voy a morir en Patzcuáro y que para ese momento solo voy a tener mi cama, una lámpara, el libro que esté leyendo y un pequeño restaurancito o panadería abajo del cuarto donde esté viviendo. Ya para ese entonces habré regalado mi biblioteca, todos mis collares, porque tengo muchos collares, casi toda mi ropa, y ya habré platicado con mi hija y despedido para irme en paz. Siempre he tenido esa idea, no es una idea de ahora, desde que soy niña, creo que voy a morir la muerte de los justos, dicen en los textos antiguos. Dormida en mi cama después de un día arduo de trabajo, vieja. Me imagino una mujer muy vieja, una pasita, sin posesiones. Desde que soy niña he tenido ese sueño y esa muerte en Patzcuáro pero nunca me he imaginado en la vida, mi tránsito ha sido un misterio; siempre he vivido la vida como va viniendo. Hay una sola cosa que le he pedido a los Dioses: Quiero ser una verdadera escritora.

Qué es ser una verdadera escritora?


No sé exactamente qué es eso, pero sé que cuando lo pruebe lo voy a saber. Es como la primera vez que pruebas un beso, no sabes qué es antes de experimentarlo, pero cuando lo pruebas sabes que ése es un beso y no se parece a las explicaciones que te dieron. Así cuando sea una verdadera escritora voy a saber: !Ah! esto es ser escritora.

¿Hay algún modelo que te inspire en la escritura?

Me gustan mucho los poetas místicos árabes, musulmanes como Jayam o Rumi, y de los narradores hay uno que me ha marcado muchísimo en los últimos tiempos, el japonés Tanizaki que oscila entre la perversidad y el misticismo más profundo, me gustaría ser un escritor como él.

¿Hay alguna mujer escritora que te inspire?

El problema de las mujeres escritoras es que somos como niñas escribiendo. Muy nuevas. Las contemporáneas, que están muy cerca de mí, todavía están preocupadas por escribir sobre el pene, el falo, el esperma y la libertad. Lo entiendo, estamos descubriendo la libertad, pero a mí no me interesa eso. Además no creo que la literatura tenga género, me interesa ir más allá de él. Cuando lees a Tanizaki no importa si eres hombre o mujer y no importa si el autor es un hombre o una mujer. Lo importante es lo que escribe, lo que te está diciendo.

¿Qué te trasmite Tanizaki?

Sus textos son extraños están construidos con perversidad y espiritualidad a la vez; como si fueran trama y urdimbre de un mismo tapiz. Son historias muy simples y cotidianas, historias de amor y de desamor, pero las cuenta de una manera tal, que cuando terminas de leer el libro y lo cierras estás llena de una infinita alegría y al mismo tiempo de una enorme melancolía. De repente sientes que ha valido la pena el tiempo que has dedicado a esa lectura, después de eso casi puedes irte, casi puedes morir. De hecho quisiera escribir una novela como la de Tanizaki, La madre del capitán Shiguemoto. Así con esa belleza, con esa suavidad. Con una placidez retorcida como la de Tanizaki. Este hombre escribe simple, en apariencia, y parece que no te está diciendo nada importante, lo lees y dices -“No hay muerte, no hay sangre, no hay rifles, qué está pasando yo quiero acción”- y así se la pasa el noventa por ciento del libro, hasta que de repente, en una frase, en un párrafo entiendes todo. Todo lo que te había dicho, todas las páginas leídas iban dirigidas a esa idea, a esa frase. Todo adquiere entonces una profundidad y una belleza increíble, quisiera poder escribir un libro así, pero de México no de Japón.

¿Has viajado?

Sí, aunque en los últimos tiempos muy poco. Soy hija de un empresario, lo que vivo con mucha ambigüedad, viajé mucho por México con mi padre cuando era niña. Mi papá es arquitecto, entonces estaba obsesionado con que aprendiéramos cuántos escalones tenía cada pirámide y por qué. Después viajamos al extranjero a los viajes típicos de una clase empresarial que se cree culta y liberal. Hice, para no traicionar a la burguesía de la que venía, mi viaje iniciático a Europa después de la preparatoria. Estuve casada con un argentino entonces conocí Sudamérica, después yo hice viajes por América Latina. Entre ellos Perú que me gusta y me llama mucho la atención y Nicaragua que me ha marcado enormemente. Quisiera conocer Asia, he leído mucho
sobre Asia y he viajado a Asia con los libros, me debo ese viaje. Lo voy a hacer, sobre todo a la india.

¿Hablas otras lenguas?

Sí, no todas las que me gustarían pero sí. Hablo francés, inglés, alemán, italiano y leo, mal, el náhuatl clásico del siglo XVI.

¿En qué ha cambiado tu vida el conocer otras lenguas?

Yo he sido muy solitaria. Si yo te cuento uno de mis días es muy aburrido: Me levanto temprano hago los desayunos mientras mi hija saca a la perra, vamos a la escuela, al trabajo, recojo a mi hija… en fin es una vida aburridísima. Es la vida más anodina que puedes tener si la miras del exterior, pero yo tengo una vida interna de una enorme riqueza y lo sé. Yo voy en el tráfico pensando en qué se parecen los edificios, la arquitectura a otras culturas, a otros tiempos. Paso por debajo de Chapultepec por ejemplo en el periférico y pienso en Persépolis y su palacio de las 1000 columnas. A veces me gusta pensar que soy otro. Por ejemplo me gusta mucho el poeta Horacio el romano. Horacio era muy displicente con el poder a pesar de ser un mantenido del imperio vía Mecenas; su cuate burócrata encargado de dirigir el CONACULTA en la época de Augusto el emperador romano. Me gusta entonces compararme con Horacio y pensar que puedo ser displicente con el poder porque soy suficientemente austera para no necesitar mucho y suficientemente rica en mis viajes interiores y mis ideas para poder ofrecer algo a los demás. Las lenguas son eso, son libros, son formas de ver el mundo.  Por ejemplo en el náhuatl de hace quinientos años no existía el verbo ser, porque los indígenas consideraban que uno nunca era, que siempre estaba siendo. Eso lo sabía muy bien un escritor argentino que me gusta mucho, Juan José Saer que tiene un libro bellísimo que se llama El entenado. El libro trata de un español que convive con un grupo indígena del sur y lo que más le impresiona es que esta gente no es nunca, jamás dice “Yo soy”, siempre están siendo.

El francés y el italiano son dos lenguas muy cercanas al español, pero sin ellas nunca hubiera sabido que el español no solo viene del latín sino que hunde sus raíces en el árabe y eso la hace compleja, gramaticalmente llena de excepciones, con sonidos difíciles y bellos y que van más allá del latín y del griego. Las lenguas le han dado como sal y pimienta a las palabras cotidianas. A diferencia de un corrector de computadora yo sé la importancia del acento, que no es lo mismo inglés que ingles, hay un viaje de diferencia entre cada una de las palabras.


¿Qué es lo que más te gusta de ti?

No sé, es que es un proceso, yo creo que todos los seres humanos tendemos a no gustarnos porque tenemos una idea de lo que debemos ser. Un deber ser alimentado por la vanidad y las imposiciones sociales. Yo tengo una idea de lo que debo de ser, muy dura quizá, entonces me ha costado mucho trabajo aceptarme y decir libremente qué me gusta de mi. Pero con los años, creo que lo que más me gusta es llegar a mi casa y oler la paz que hay en ella y sé que eso lo he construido yo. Eso es lo que más me gusta de mi, mis construcciones.

¿Y lo que te disgusta?

Híjole casi todo, (risas). Te repito es un proceso, ha sido un proceso muy difícil de aceptación. Desde mi risa, que mi mamá decía era risa de una loca, de una bruja, que la gente educada no se reía así, menos una niña bien. Ha sido muy difícil el proceso de aceptación porque era muy diferente a mi casa, o a mi familia de la cual siempre me sentí rechazada. Pero en términos prácticos no me gusta mi nombre de bautizo.

¿Por qué no te gusta que te digan Mariana?

Porque es un nombre católico y estoy convencida que el catolicismo le ha hecho
muchísisimo daño a México. Es más cuando estaba embarazada, el único requisito que pusimos mi exmarido y yo era que, él elegiría el nombre que quisiera si el niño era varón, pero si era niña lo iba a elegir yo, pero la única limitante que había era que no fuera un nombre católico. El catolicismo en mi experiencia ha tenido siempre una doble moral; se la pasan rezando y diciendo que Dios es infinito y la gente más intolerante que yo he conocido en mi vida es la gente católica. Además me parece que las tres religiones monoteístas, son las más anacrónicas entre las existentes.


¿Y qué quiere decir tu nombre?

¿Zyanya? Siempre.

¿Por qué escogiste este nombre, por el significado, por el sonido?

Lo saqué de un best seller. Tenía yo diez y seis años cuando lo leí. Era una personaja que se llamaba Zyanya que tenía un mechón blanco de pura cana, vivía en la mixteca. Era una mujer tan fuerte y que decía lo que pensaba y que hablaba con el corazón que cuando terminé el libro me dije, cuando yo sea grande, voy a llamarme Zyanya. Después leí que Pablo Neruda, dijo lo mismo, que cuando el fuera grande dejaría de llamarse Neftalí Reyes para llamarse Pablo Neruda, pero como él tenía un amigo presidente se lo hizo legal y todo fue más fácil. Yo no, me falta esa conexión, tengo que
pelearme con las amigas para que me digan Zyanya.

¿Y el nombre de tu hija?

¿Tziri? quiere decir Maíz, en purépecha. Y ese lo elegí por el sonido y por el significado. Ella es en muchos sentidos hija de la tierra.

¿Qué te gusta más de tu hija?

Yo creo que estoy enamorada de mi hija, ella tiene bonomía, mi hija es un ser
bondadoso.

¿Tú no?

Menos.

Antes de morir sin posesiones ¿qué quieres lograr en la vida?

Además de ser escritora, sacar adelante a mi hija, y pasar todos los exámenes y requerimientos de la universidad y esas cosas del trabajo y la vida cotidiana; me gustaría encontrar algún día una pareja. Una pareja pareja. Quizá no he sabido ser pareja o no he sabido elegir, pero nunca he sentido tener una pareja. Quisiera encontrar una con quien envejecer, que no me coarte, que me deje reírme como yo quiera, escribir como yo quiera y peinarme como yo quiera.

Ojala la encuentres Zyanya, porque te mereces todo lo que quieras. Para concluir ¿Hay algo que quieras agregar a esta conversación ?


No. Te conté mi vida de los últimos tiempos

Gracias Zyanya por tu confianza y tu tiempo, por aceptar platicar conmigo a corazón abierto en esta entrevista.




© Carmen Amato
© Zyanya Mariana 

© Arnulfo Agüero: Primera, segunda, quinta y última fotografía.

El resto de las fotografías corresponde a Zyanya Mariana.